Después de leer todo (si te interesa) pregúntate si el ser humano sólo se mueve por instintos.
A continuación os dejo el texto y un comentario cedido por José Luis.
1. El texto.
La verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el hombre no
es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el
contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de
agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto
sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su
capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para
apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo.
Homo
homini lupus
: ¿Quién se atrevería a refutar este refrán, después de todas las experiencias de la vida y
de la Historia? [...]
La existencia de tales tendencias agresivas, que podemos percibir en nosotros mismos y cuya
existencia suponemos con toda razón en el prójimo, es el factor que perturba nuestra relación con los
semejantes, imponiendo a la cultura tal despliegue de preceptos. Debido a esta primordial hostilidad
entre los hombres, la sociedad civilizada se ve constantemente al borde al borde de la desintegración.
[...] La cultura se ve obligada a realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las tendencias
agresivas del hombre, para dominar sus manifestaciones mediante formaciones reactivas psíquicas. De
ahí, pues, ese despliegue de métodos destinados a que los hombres se identifiquen y entablen vínculos
amorosos, coartados en su fin; de ahí las restricciones de la vida sexual, y de ahí también el precepto
ideal de amar al prójimo como a sí mismo [...]. Sin embargo, todos los esfuerzos de la cultura
destinados a imponerlo aún no han logrado gran cosa. Aquella espera poder evitar los peores
despliegues de la fuerza bruta concediéndose a sí misma, el derecho de ejercer a su vez la fuerza frente
a los delincuentes; pero la ley no alcanza las manifestaciones más discretas y sutiles de la agresividad
humana. En un momento determinado, todos llegamos a abandonar, como ilusiones, cuantas
esperanzas juveniles habíamos puesto en el prójimo; todos sufrimos la experiencia de comprobar
cómo la maldad de este nos amarga y dificulta la vida. Sin embargo, sería injusto reprochar a la cultura
el que pretenda excluir la lucha y la competencia de las actividades humanas. Esos factores
seguramente son imprescindibles; pero la rivalidad no significa necesariamente hostilidad: sólo se
abusa de ella para justificar ésta.
Los comunistas creen haber descubierto el camino para la redención del mal. Según ellos, el
hombre sería bueno de todo corazón, abrigaría las mejores intenciones para con el prójimo, pero la
institución de la propiedad privada habría corrompido su naturaleza. [...] El instinto agresivo no es una
consecuencia de la propiedad, sino que regía casi sin restricciones en épocas primitivas, cuando la
propiedad aún era bien poca cosa; ya se manifiesta en el niño, apenas la propiedad ha perdido su
primitiva forma anal; constituye el sedimento de todos los vínculos cariñosos y amorosos entre los
hombres, quizá con la única excepción del amor que la madre siente por su hijo varón. Si se eliminara
el derecho personal a poseer bienes materiales, aún subsistirían los privilegios derivados de las
relaciones sexuales, que necesariamente deben convertirse en fuente de la más intensa envidia y de la
más violenta hostilidad entre los seres humanos, equiparados en todo lo restante. Si también se
aboliera este privilegio, decretando la completa libertad de la vida sexual, suprimiendo, pues, la
familia, célula germinal de la cultura, entonces, es verdad, sería imposible predecir qué nuevos
caminos seguiría la evolución de ésta; pero cualesquiera que ellos fueren, podemos captar que las
inagotables tendencias intrínsecas de la naturaleza humana tampoco dejarían de seguirlos.
Evidentemente, al hombre no le resulta fácil renunciar a la satisfacción de estas tendencias
agresivas suyas; no se siente nada a gusto sin esa satisfacción. Por otra parte, un núcleo cultural más
restringido ofrece la muy apreciable ventaja de permitir la satisfacción de este instinto mediante la
hostilidad frente a los seres que han quedado excluidos de aquél. Siempre se podrá vincular
amorosamente entre sí a mayor número de hombres, con la condición de que sobren otros en quienes
descargar los golpes. En cierta ocasión me ocupé en el fenómeno de que las comunidades vecinas, y
aún emparentadas, son precisamente las que más se combaten y desdeñan entre sí , como, por ejemplo,
españoles y portugueses, alemanes del norte y del Sur, ingleses y escoceses, etc. Denominé a este
fenómeno
narcisismo de las pequeñas diferencias, aunque tal término escasamente contribuye a
explicarlo. Podemos considerarlo como un medio para satisfacer, cómoda y más o menos
inofensivamente, las tendencias agresivas, facilitándose así la cohesión entre los miembros de la
comunidad. [...]
Si la cultura impone tan pesados sacrificios, no sólo a la sexualidad, sino también a las
tendencias agresivas, comprenderemos mejor por qué al hombre le resulta tan difícil alanzar en ella su
felicidad. En efecto, el hombre primitivo estaba menos agobiado en este sentido, pues no conocía
restricción alguna de sus instintos. En cambio, eran muy escasas sus perspectivas de poder gozar largo
tiempo de tal felicidad. El hombre civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una parte de
seguridad.
Si con toda justificación reprochamos al actual estado de nuestra cultura cuán
insuficientemente realiza nuestra pretensión de un sistema de vida que nos haga felices; si le echamos
en cara la magnitud de los sufrimientos, quizá evitables, a que nos expone; si tratamos de
desenmascarar con implacable crítica las raíces de su imperfección, seguramente ejerceremos nuestro
legítimo derecho, y no por ello demostramos ser enemigos de la cultura. Cabe esperar que poco a poco
lograremos imponer a nuestra cultura modificaciones que satisfagan mejor nuestras necesidades y que
escapen a aquellas críticas. Pero quizá convenga que nos familiaricemos también con la idea de que
existen dificultades inherentes a la esencia misma de la cultura e inaccesibles a cualquier intento de
reforma. Además de la necesaria limitación instintual que ya estamos dispuestos a aceptar, nos
amenaza el peligro de un estado que podríamos denominar “miseria psicológica de las masas”. Este
peligro es más inminente cuando las fuerzas sociales de cohesión consisten primordialmente en
identificaciones mutuas entre los individuos de un grupo, mientras que los personajes dirigentes no
asumen el papel importante que deberían desempeñar en la formación de la masa. La presente
situación cultural de los Estados Unidos ofrecería una buena oportunidad para estudiar este temible
peligro que amenaza a la cultura; pero rehuyo la tentación de abordar la crítica de la cultura
norteamericana, pues no quiero despertar la impresión de que pretendo aplicar, a mi vez, métodos
americanos.
Freud, S., El malestar en la cultura. Madrid: Alianza, 1970 (pp. 52-58). Trad., L. López Ballesteros.
2. El comentario de José Luis.
1. Contextualización
1.1. Identificación
de la corriente intelectual a la que se adscribe el texto.
Psicología del
inconsciente. Psicoanálisis.
1.2. Identificación
de la época en la que fue escrito
El texto fue
escrito en 1930 en una etapa en la que Freud se interesó en elaborar una teoría
psicoanalítica de la sociedad contemporánea.
1.3. Identificación
del autor y si es posible de la obra a la que pertenece.
Autor: Sigmund Freud.
Obra: El malestar en la cultura.
2. Resumen.
2.1. Tema.
El texto trata
sobre la agresividad como un instinto innato de los seres humanos y las
restricciones que a ella impone la cultura.
2.2. Estructura.
En primer lugar,
Freud, hace una exposición del innatismo de la agresividad y de la conducta
agresiva adoptando una perspectiva funcional. Seguido expone las consecuencias
que conlleva la represión de los instintos, por parte de la cultura, reguladora
de la conducta humana, aportando contradicciones que se dan en el seno de las
sociedades.
A continuación
desgrana algunos sistemas o fórmulas sociales alternativas que propondrían
distintas formas de expresión de la conducta agresiva.
Por último acaba sugiriendo de forma liviana
que la limitación instintual a la que nos somete la cultura es el mal menor que
debemos estar dispuestos a aceptar, no obstante, ésta es legítimamente
criticable.
2.3. Qué ideas
defiende el autor.
Freud defiende el
innatismo de los instintos en el ser humano, y a éstos como fuente de las
motivaciones humanas. También expone que la represión de dichos instintos
produce infelicidad e incomodidad por lo que se provocan pulsiones que deben
ser satisfechas de manera indirecta. Por último elicita que la cultura aunque reprima
la conducta agresiva en su expresión más pura, e imponga valores que fomenten la convivencia, no la hace desaparecer y fruto de ello, Freud
considera que las personas descargan su agresividad a otros que no formen parte
de sus grupos.
3. Ampliación
del significado.
3.1. Relación
entre las ideas defendidas en el texto y la corriente intelectual y época a que
pertenece.
Debido a que
Freud es el fundador de la corriente intelectual de la Psicología del
Inconsciente y el Psicoanálisis, no hace falta decir que todas sus ideas se
corresponden con ésta.
3.2. Relación
entre las ideas del texto y otras del mismo autor.
En este texto
expone una idea principal de sus teorías, la satisfacción de los instintos como
fuente motivacional y las consecuencias que se derivan de su represión.
3.3. Semejanzas y diferencias entre las ideas
del texto y las de otros autores y corrientes intelectuales.
El psicoanálisis ha
tenido tantos seguidores como detractores. Entre sus discípulos, el más
destacado fue Jung que disentía en el énfasis que ponía Freud a los instinto
como único factor motivacional, este defendía los intereses espirituales de las
personas como fuente motivacional
Por otra parte, se
puede considerar que toda la Psicología Académica se oponía a las ideas de
Freud debido a su escaso carácter científico
y a su excesiva importancia dada a la interpretación.
4. Discusión.
4.1. Actualidad
del tema tratado y validez de sus ideas.
Aunque es obvio que
las ideas y postulados de Freud han sido superados en la actualidad, se
considera al Psicoanálisis como uno de los descubrimientos más revolucionarios
del siglo XX en el campo del conocimiento, y su estudio ha dado lugar a
numerosas corrientes derivadas de ella.
Además, bien es
cierto que su metodología sigue aún muy vigente en el ámbito de la Psicología
Clínica y que sus ideas, aunque reformuladas siguen vigentes en la actualidad
4.2. Conjeturas
sobre las relaciones entre las ideas del texto y las características
socioculturales de la época en que fue escrito.
Las ideas de Freud
brotan en un ambiente socioeconómico de prosperidad para las grandes potencias
económicas y en una sociedad en la que el corsé de la religión y sus
imperativos morales empieza a quedar demasiado ajustado. De hecho, en mi
opinión sólo el rigor de las leyes espirituales de la época da pie a pensar a
que Freud se erigiera sobre unos postulados tan extremistas para explicar la
conducta humana.
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