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domingo, 22 de julio de 2012

Reflexiones con José Luis

Tarde de psicoanálisis cuando el calor ecijano aprieta. @JLBUMA amante de la psicología me fascina con un texto de Freud de su obra "El malestar en la cultura". Lo bueno de @JLBUMA es que ama lo que hace, y de ahí, que este trocito de tarde veraniega haya sido una conversación con un "catedrático" estudiante de la psicología.

Después de leer todo (si te interesa) pregúntate si el ser humano sólo se mueve por instintos.

A continuación os dejo el texto y un comentario cedido por José Luis.

1. El texto.

La verdad oculta tras de todo esto, que negaríamos de buen grado, es la de que el hombre no

es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el

contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de

agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto

sexual, sino también un motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su

capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para

apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo y matarlo.
Homo

homini lupus
: ¿Quién se atrevería a refutar este refrán, después de todas las experiencias de la vida y

de la Historia? [...]

La existencia de tales tendencias agresivas, que podemos percibir en nosotros mismos y cuya

existencia suponemos con toda razón en el prójimo, es el factor que perturba nuestra relación con los

semejantes, imponiendo a la cultura tal despliegue de preceptos. Debido a esta primordial hostilidad

entre los hombres, la sociedad civilizada se ve constantemente al borde al borde de la desintegración.

[...] La cultura se ve obligada a realizar múltiples esfuerzos para poner barreras a las tendencias

agresivas del hombre, para dominar sus manifestaciones mediante formaciones reactivas psíquicas. De

ahí, pues, ese despliegue de métodos destinados a que los hombres se identifiquen y entablen vínculos

amorosos, coartados en su fin; de ahí las restricciones de la vida sexual, y de ahí también el precepto

ideal de amar al prójimo como a sí mismo [...]. Sin embargo, todos los esfuerzos de la cultura

destinados a imponerlo aún no han logrado gran cosa. Aquella espera poder evitar los peores

despliegues de la fuerza bruta concediéndose a sí misma, el derecho de ejercer a su vez la fuerza frente

a los delincuentes; pero la ley no alcanza las manifestaciones más discretas y sutiles de la agresividad

humana. En un momento determinado, todos llegamos a abandonar, como ilusiones, cuantas

esperanzas juveniles habíamos puesto en el prójimo; todos sufrimos la experiencia de comprobar

cómo la maldad de este nos amarga y dificulta la vida. Sin embargo, sería injusto reprochar a la cultura

el que pretenda excluir la lucha y la competencia de las actividades humanas. Esos factores

seguramente son imprescindibles; pero la rivalidad no significa necesariamente hostilidad: sólo se

abusa de ella para justificar ésta.

Los comunistas creen haber descubierto el camino para la redención del mal. Según ellos, el

hombre sería bueno de todo corazón, abrigaría las mejores intenciones para con el prójimo, pero la

institución de la propiedad privada habría corrompido su naturaleza. [...] El instinto agresivo no es una

consecuencia de la propiedad, sino que regía casi sin restricciones en épocas primitivas, cuando la

propiedad aún era bien poca cosa; ya se manifiesta en el niño, apenas la propiedad ha perdido su

primitiva forma anal; constituye el sedimento de todos los vínculos cariñosos y amorosos entre los

hombres, quizá con la única excepción del amor que la madre siente por su hijo varón. Si se eliminara

el derecho personal a poseer bienes materiales, aún subsistirían los privilegios derivados de las

relaciones sexuales, que necesariamente deben convertirse en fuente de la más intensa envidia y de la

más violenta hostilidad entre los seres humanos, equiparados en todo lo restante. Si también se

aboliera este privilegio, decretando la completa libertad de la vida sexual, suprimiendo, pues, la

familia, célula germinal de la cultura, entonces, es verdad, sería imposible predecir qué nuevos

caminos seguiría la evolución de ésta; pero cualesquiera que ellos fueren, podemos captar que las

inagotables tendencias intrínsecas de la naturaleza humana tampoco dejarían de seguirlos.

Evidentemente, al hombre no le resulta fácil renunciar a la satisfacción de estas tendencias

agresivas suyas; no se siente nada a gusto sin esa satisfacción. Por otra parte, un núcleo cultural más

restringido ofrece la muy apreciable ventaja de permitir la satisfacción de este instinto mediante la

hostilidad frente a los seres que han quedado excluidos de aquél. Siempre se podrá vincular

amorosamente entre sí a mayor número de hombres, con la condición de que sobren otros en quienes

descargar los golpes. En cierta ocasión me ocupé en el fenómeno de que las comunidades vecinas, y

aún emparentadas, son precisamente las que más se combaten y desdeñan entre sí , como, por ejemplo,

españoles y portugueses, alemanes del norte y del Sur, ingleses y escoceses, etc. Denominé a este

fenómeno
narcisismo de las pequeñas diferencias, aunque tal término escasamente contribuye a

explicarlo. Podemos considerarlo como un medio para satisfacer, cómoda y más o menos

inofensivamente, las tendencias agresivas, facilitándose así la cohesión entre los miembros de la

comunidad. [...]

Si la cultura impone tan pesados sacrificios, no sólo a la sexualidad, sino también a las

tendencias agresivas, comprenderemos mejor por qué al hombre le resulta tan difícil alanzar en ella su

felicidad. En efecto, el hombre primitivo estaba menos agobiado en este sentido, pues no conocía

restricción alguna de sus instintos. En cambio, eran muy escasas sus perspectivas de poder gozar largo

tiempo de tal felicidad. El hombre civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una parte de

seguridad.

Si con toda justificación reprochamos al actual estado de nuestra cultura cuán

insuficientemente realiza nuestra pretensión de un sistema de vida que nos haga felices; si le echamos

en cara la magnitud de los sufrimientos, quizá evitables, a que nos expone; si tratamos de

desenmascarar con implacable crítica las raíces de su imperfección, seguramente ejerceremos nuestro

legítimo derecho, y no por ello demostramos ser enemigos de la cultura. Cabe esperar que poco a poco

lograremos imponer a nuestra cultura modificaciones que satisfagan mejor nuestras necesidades y que

escapen a aquellas críticas. Pero quizá convenga que nos familiaricemos también con la idea de que

existen dificultades inherentes a la esencia misma de la cultura e inaccesibles a cualquier intento de

reforma. Además de la necesaria limitación instintual que ya estamos dispuestos a aceptar, nos

amenaza el peligro de un estado que podríamos denominar “miseria psicológica de las masas”. Este

peligro es más inminente cuando las fuerzas sociales de cohesión consisten primordialmente en

identificaciones mutuas entre los individuos de un grupo, mientras que los personajes dirigentes no

asumen el papel importante que deberían desempeñar en la formación de la masa. La presente

situación cultural de los Estados Unidos ofrecería una buena oportunidad para estudiar este temible

peligro que amenaza a la cultura; pero rehuyo la tentación de abordar la crítica de la cultura

norteamericana, pues no quiero despertar la impresión de que pretendo aplicar, a mi vez, métodos

americanos.

Freud, S.,
El malestar en la cultura. Madrid: Alianza, 1970 (pp. 52-58). Trad., L. López Ballesteros.

2. El comentario de José Luis.


1.            Contextualización

1.1.        Identificación de la corriente intelectual a la que se adscribe el texto.

   Psicología del inconsciente. Psicoanálisis.

1.2.        Identificación de la época en la que fue escrito

   El texto fue escrito en 1930 en una etapa en la que Freud se interesó en elaborar una teoría psicoanalítica de la sociedad contemporánea.

1.3.        Identificación del autor y si es posible de la obra a la que pertenece.

   Autor: Sigmund Freud. Obra: El malestar en la cultura.

2.            Resumen.

2.1.        Tema.

   El texto trata sobre la agresividad como un instinto innato de los seres humanos y las restricciones que a ella impone la cultura.

2.2.        Estructura.

   En primer lugar, Freud, hace una exposición del innatismo de la agresividad y de la conducta agresiva adoptando una perspectiva funcional. Seguido expone las consecuencias que conlleva la represión de los instintos, por parte de la cultura, reguladora de la conducta humana, aportando contradicciones que se dan en el seno de las sociedades.

   A continuación desgrana algunos sistemas o fórmulas sociales alternativas que propondrían distintas formas de expresión de la conducta agresiva.

   Por último acaba sugiriendo de forma liviana que la limitación instintual a la que nos somete la cultura es el mal menor que debemos estar dispuestos a aceptar, no obstante, ésta es legítimamente criticable.

2.3.        Qué ideas defiende el autor.

   Freud defiende el innatismo de los instintos en el ser humano, y a éstos como fuente de las motivaciones humanas. También expone que la represión de dichos instintos produce infelicidad e incomodidad por lo que se provocan pulsiones que deben ser satisfechas de manera indirecta. Por último elicita que la cultura aunque reprima la conducta agresiva en su expresión más pura,  e imponga valores que fomenten la convivencia,  no la hace desaparecer y fruto de ello, Freud considera que las personas descargan su agresividad a otros que no formen parte de sus grupos.

3.            Ampliación del significado.

3.1.        Relación entre las ideas defendidas en el texto y la corriente intelectual y época a que pertenece.

     Debido a que Freud es el fundador de la corriente intelectual de la Psicología del Inconsciente y el Psicoanálisis, no hace falta decir que todas sus ideas se corresponden con ésta.

 

3.2.        Relación entre las ideas del texto y otras del mismo autor.

   En este texto expone una idea principal de sus teorías, la satisfacción de los instintos como fuente motivacional y las consecuencias que se derivan de su represión.

   3.3.     Semejanzas y diferencias entre las ideas del texto y las de otros autores y corrientes intelectuales.

   El psicoanálisis ha tenido tantos seguidores como detractores. Entre sus discípulos, el más destacado fue Jung que disentía en el énfasis que ponía Freud a los instinto como único factor motivacional, este defendía los intereses espirituales de las personas como fuente motivacional

   Por otra parte, se puede considerar que toda la Psicología Académica se oponía a las ideas de Freud debido a su escaso carácter científico  y a su excesiva importancia dada a la interpretación.

4.            Discusión.

4.1.        Actualidad del tema tratado y validez de sus ideas.

   Aunque es obvio que las ideas y postulados de Freud han sido superados en la actualidad, se considera al Psicoanálisis como uno de los descubrimientos más revolucionarios del siglo XX en el campo del conocimiento, y su estudio ha dado lugar a numerosas corrientes derivadas de ella. 

   Además, bien es cierto que su metodología sigue aún muy vigente en el ámbito de la Psicología Clínica y que sus ideas, aunque reformuladas siguen vigentes en la actualidad  

4.2.        Conjeturas sobre las relaciones entre las ideas del texto y las características socioculturales de la época en que fue escrito.

   Las ideas de Freud brotan en un ambiente socioeconómico de prosperidad para las grandes potencias económicas y en una sociedad en la que el corsé de la religión y sus imperativos morales empieza a quedar demasiado ajustado. De hecho, en mi opinión sólo el rigor de las leyes espirituales de la época da pie a pensar a que Freud se erigiera sobre unos postulados tan extremistas para explicar la conducta humana.

  

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