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lunes, 31 de octubre de 2011

El destino y la vuelta al pasado...

 
Desde que me propuse pasar un año en Coruña, uno de mis principales objetivos era conocer Santiago de Compostela. La secretaría de derecho a la que le entregue el papel pidiendo como primera preferencia Coruña ya me impulsó a visitar la mencionada ciudad, puesto que pese a saber perfectamente que la ciudad que había elegido era Coruña ella me dijo: “muy bien te vas a Santiago”. Aquella afirmación no era casualidad, porque seguramente habría estado en Santiago, y como a todo ser humano no le había dejado indiferente.

Cuando uno pasea por las calles de la ciudad antigua de Santiago puede situarse muchos años atrás, muchísimos. Pero el pasado sábado yo pude revivir como era la ciudad hace unos cuantos menos, algo así como unos 50 años atrás. Pues nada más bajar del tren, me encontré con el parlamento galego y le pregunté al primero que pasaba  sobre la posibilidad de visitarlo.

Me comentó que no tenía ni idea sobre los horarios de visita, que él de joven había estudiado en Santiago pero que hacía mucho tiempo que no volvía y que todo le recordaba a su época estudiantil. Además me dijo que el actual parlamento antes era la artillería donde se hacía la mili y comenzó a contarme la historia de un conocido suyo que lo hincharon a palos cuando después de una noche de borrachera acabó haciendo pis en nuestra bandera .

Cuando admitieron mi solicitud para Coruña, el gran Pedro me dejo un libro sobre la ciudad. El libro se titula “Los libros arden mal” de Manuel Rivas. En él se cuentan diferentes historias relacionadas con Coruña.  Aunque el libro hace referencia a tiempos anteriores, con especial detalle narra hechos acaecidos, a diferentes personajes de la ciudad, durante la posguerra.
En esta foto veis la puerta que se abre cada año santo, con la navarra Raquel que tb se animó a visitar la ciudad.

 El destino había situado en mis manos un libro de la misma temática que aquel otro que compré hacía ya tiempo compré en la estación de Sants de Barcelona mientras esperaba la salida de mi tren. El libro se titula “Mañana no será lo que Dios quiera”  del granadino Luis García Montero. En él se narra la vida de Ángel González, poeta que había fallecido ese mismo año  y era el autor que yo pensaba que iba a caer en selectividad pero que finalmente no cayó (el destino se burló de mi).

Ángel González vivió la guerra desde muy pequeño y en el libro se cuenta cómo era la vida en aquellos tiempos, lo que le sucedió a sus hermanos, de la enfermedad que mató a su padre, de cómo cambiaron el nombre de las calles y como todo ello influía en su formación, y del por qué de sus distintos poemas.
Siguiendo con las casualidades de la vida, muchas veces he discutido con mi gran amigo JLBUMA sobre la gran influencia y el por qué de que en gran parte de las mejores películas rodadas en este país tenga una influencia directa este hecho. JLBUMA siempre concluye que es el hecho más importante de la historia contemporánea española yo nunca le dí la razón del todo. Aunque cada día me convenzo más de que la lleva.

 Para mí era el primero que pasaba, pero el destino ya había elegido que ese hombre fuera mi guía durante el resto de la mañana. El destino conectó los libros que me hacían vivir épocas pasadas con una persona, un testigo de la misma. Llevo todo este capítulo llamándolo destino, otros pueden llamarlo mi historia personal (aquellos que hayan leído el alquimista) o cualquier nombre que se le quiera dar a esas “casualidades de la vida” que te llevan hacia un camino. Emilio estaba emocionado al volver a recorrer la que fue su ciudad, y tenía tanto que contar que se quedaba callado durante unos segundos pensando con qué empezar. Poco a poco seguimos la ruta con él y así se convirtió en nuestro guía.

Parte de lo que va desde el Parlamento (al lado de la estación de trenes) hasta cerca de la ciudad antigua era de nueva construcción (vamos en 50 años hacia delante). “Antes era todo campo” afirmaba el amigo. Iba corriendo desde su casa (justo al lado de la estación de trenes) hasta el centro de la ciudad.
Ya en la ciudad antigua, vimos varias tiendas que desde entonces estaban abiertas. Después llegamos a un café, en el que los ricos se juntaban. En ese café olía a pollo y tabaco, él en su carrera hacia casa, se paraba, olía aquel maravilloso olor y seguía corriendo. Aquellos sí que eran tiempos de necesidad, me dice mientras le comento como me llama la atención que haya muchísimos mendigos que piden de rodillas por las calles aledañas a la catedral.

 Acto seguido, adentrándonos más en la ciudad antigua me llevó por los soportales y me enseñó unos boquetes que hay en el techo de los mismos. Los soportales en Santiago son un remedio para los días de lluvia. Desde las casas se hacían huecos para poder ver a la gente que pasaba por los soportales los días de lluvia, esos huecos eran los boquetes que me había enseñado y que a día de hoy están tapados.

 El guía era un hombre de 70 años que nos contó muchísimas cosas. Se paró con otro galego que resultó ser un experto periodista sobre Santiago, de la quinta de nuestro guía, que asignó parte de las calles de la ciudad a los judíos. Comenzaron a charlar un buen rato sobre miles de cosas de la ciudad y, cómo no, de nuestra siguiente visita, sobre el lugar donde se hacía la novatada que sólo los rebeldes de aquella época conocían. Emilio, así se llamaba nuestro guía, se definía como un pillo.

Era la novatada que se hacía por aquel entonces, se llevaba al novato con los ojos tapados hasta una columna en cuyo capitel hay un ángel. Después se le ponía el dedo en el culo del Ángel, se le quitaba la venda y los compañeros pues se reían un rato. Después como eran tiempos de carestía entre los novatos se fumaban un pitillo y cuando quedaba poco, pues se lo dejaban en el culo al ángel. Esta fue la historia que contó el experto periodista, según nuestro guía el ángel fumaba y era increíble porque no se apagaba el cigarro, se lo fundía todo.

Emilio aventurero como el que más me contó sus peripecias hace 50 o 55 años. Él, enfermero de profesión, iba con tremenda ilusión a reunirse con sus viejos compañeros de la universidad, ya había de todo: algunos fallecidos, otros profesionales de reconocido prestigio (catedráticos, médicos) e incluso según él contaban con todo un erudito en cualquier ámbito científico que conocía con profusión cualquier tema de interés común.  Mientras me contaba todo esto su cara tornaba en miles de expresiones que reflejaban todos los recuerdos que a su mente venían. De repente hablaba y decía dejo de contar es que tengo tanto que decir. Tras un rato callado seguía charlando.

 Bueno justifiquemos un poco aquellos del destino. Este hombre me había hecho pensar en una ciudad distinta, completamente diferente. “Ves esta ventana, pues desde aquí se miraba para ver qué películas estaban permitidas y cuáles no”. Hizo que aquello que tantas veces había leído, cobrara realidad, que le pusiera imagen a las calles y situaciones de aquel entonces, aunque la realidad que yo conocía era de diferentes ciudades (Oviedo y Coruña) las cosas que sucedían eran muy similares. Por eso lo llamo la vuelta al pasado, porque el destino hizo que me cruzara con un hombre que iba a ejemplificar lo que los libros me habían dicho. 

Después de que nuestro guía se despidiera,  llegamos justoS para abrazar el apóstol, visitar la cripta de Santiago apóstol, escuchar misa y ver en acción el maravilloso botafumeiro.  Pero todo no queda aquí, porque la plaza del Obradoiro me hace pensar en el momento anterior a la que construcción de la torre de Babel. Miles de personas de diferentes nacionalidades charlan una misma lengua, la lengua del camino de Santiago, la lengua del abrazo del apóstol. Los pelegrinos llegan, se abrazan, se conocen y celebran, sin tener una lengua común, su llegada al punto de destino.  Esta referencia no es más que una invitación a los compañeros (conjunteros y agregados marchosos o sin marcha) a que se animen a hacerlo este julio, tal y como pretendemos, porque mi historia personal hacia esa plaza me lleva. Ya cogí buenas referencias sobre cómo hacerlo, un abrazo a todos.















Os animo a que visitéis esta ciudad maravillosa y que las meigas decidan si influyen o no en vuestro destino. Un abrazo seguidores. Quizá me extendí demasiado en esta última entrada y cambié un poco el estilo, pero el yo subjetivo también era necesario en este blog. 

1 comentario:

  1. Ya sabes que soy la primera interesada en hacer el Camino de Santiago este verano, y más si es en buena compañía...

    Un beso enorme desde Francia =)

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